dilluns, 16 d’agost del 2010

"Botiguers" ante manteros



Este conflicto esconde otro mayor, el de la lucha de los estados contra la criminalidad

La Vanguardia, Francesc-Marc Álvaro | 16/08/2010 |

Muchos de los conflictos que atraviesan una sociedad desarrollada comola nuestra no se solucionan, simplemente se contienen. Y raramente se comprenden de manera cabal, sólo se perciben a través de los medios, sobre todo a través de la televisión. Tomemos una historia de nuestros días: los comerciantes de muchas localidades catalanas están hartos de la proliferación del top manta y reclaman a la administración que ponga coto a esta competencia desleal. Los ayuntamientos no tienen un criterio claro y único, lo cual genera mayor desconcierto.

Las reglas de la sociedad del espectáculo, basadas en la omnipotencia de los arquetipos, condenan al comerciante a soportar esta lesión de sus intereses con paciencia y resignadamente. A pesar de ser el gran perjudicado de este conflicto, el botiguer de la esquina ha perdido la batalla de la opinión pública antes de abrir la boca ante las cámaras. En términos de imagen, ante la audiencia, el personaje débil de esta noticia siempre es y será el mantero, que acostumbra a ser un joven extranjero y sin papeles, explotado por alguna mafia dedicada a la distribución de productos de dudosa calidad e ignota procedencia. En la escala que mide el protagonismo en las noticias a partir de la dualidad débil-fuerte, el arquetipo mantero gana por goleada al arquetipo comerciante, del que raramente recordamos las dificultades que tiene para levantar cada día la persiana, mucho más cuando la crisis y la caída del consumo le están castigando duramente.

La televisión nos ofrece imágenes de los manteros huyendo de la policía e imágenes de comerciantes que se quejan amargamente porque se sienten desatendidos. Pero casi nunca vemos a los capos de las redes mafiosas que se dedican a sacar partido de la inmigración en situación más precaria. Resumen: el conflicto comerciante- mantero en realidad esconde otro conflicto mayor, el de la lucha de los estados contra la criminalidad y la economía sumergida. Pero este conflicto es demasiado complejo y, entonces, es mejor volver a la simplificación y al cine mudo que nos muestra un agente corriendo detrás de un mantero o haciendo la vista gorda. Si habláramos de criminalidad global, deberíamos recordar que cuatro de cada diez españoles justifican el fraude fiscal, una tendencia especialmente alta entre empresarios y profesionales liberales.

Demasiado pequeño para que la gran política se ocupe de él y demasiado grande para que la política de proximidad lo resuelva, el fenómeno top manta pone en evidencia los límites de nuestros gobernantes. Mientras Cambrils ha decidido multar con 300 euros a los clientes del top manta, El Vendrell y Calafell han decidido tolerar a los manteros situados fuera del paseo marítimo. Todos piensan que optan por el mal menor. Y todos se limitan a poner parches.