
La penuria financiera de la Generalitat debería servir para encuadrar las propuestas dentro de la precariedad
Francesc-Marc Álvaro | La Vanguardia 11/10/2010 |
Un gran problema de las campañas electorales que se hacen por aquí es que los candidatos prometen y prometen sin decir nunca cuánto nos costará todo eso que van ofreciendo, ya sean audífonos o libros de texto gratis. Con este sistema tan irracional, el debate político es una broma. Ahora, en Catalunya, dado que la tesorería de la Generalitat ha tocado fondo, tal vez asistamos a una campaña en la que, finalmente, los cabezas de lista no se atrevan a sugerir ninguna política sin explicar, hasta el último céntimo, su verdadero coste. No hay mal que por bien no venga. La decisión del Govern de vender bonos a 1.000 euros a particulares para obtener entre 1.000 y 2.000 millones de euros para mantener la administración autonómica a flote coloca el foco sobre la fragilidad financiera del autogobierno. Ello debería servir para que los líderes no se anden por las ramas y encuadren sus propuestas dentro de esta terrible precariedad.
La falta de liquidez ha convertido la autonomía catalana en el enemigo público número uno para varios sectores, por ejemplo el sanitario y farmacéutico. Por tercer mes consecutivo, la Generalitat paga con casi un mes de retraso el 70% de la factura de las farmacias. Así las cosas, los dirigentes del tripartito, que tanto se felicitaron por el acuerdo de financiación alcanzado con el Gobierno central tras incontables aplazamientos, deberían dar la cara y explicar las razones de una situación tan grave cuando, en teoría, los tratos con Madrid eran tan buenos. El conseller Castells, valedor principal del nuevo pacto financiero y figura que no repite en las listas, tiene una ocasión magnifica de demostrar la coherencia de su criterio.
La paradoja de este cuadro es la siguiente: el tripartito no despierta confianza alguna ni entre los votantes de los partidos que lo integran, pero, en los minutos de descuento antes de las elecciones, es capaz de mendigar la confianza de los catalanes intentado captar el ahorro popular para salvar los trastos. Que ello se revista con apelaciones al sentido patriótico resulta un sarcasmo, teniendo en cuenta la falta de austeridad y de sentido institucional que PSC, ERC e ICV han demostrado, muy a menudo, a la hora de gestionar unos departamentos con demasiados organismos añadidos, demasiados cargos de confianza y demasiados informes pagados a externos. Algunos, sin querer, dan argumentos al centralismo del gobernador del Banco de España, tan cuco que olvida el despilfarro ministerial. Ser valiente ante los pequeños es feo y, además, tramposo.
La Cambra de Comerç ha recordado que el Gobierno central adeuda casi 2.000 millones de euros a Catalunya. El Cercle d'Economia pide "la reformulación sin renuncias del acuerdo institucional en España". Ya no valen fantasías. Artur Mas tiene la obligación de repetir que, si llega a president, será el Doctor No, alguien capaz de explicar los recortes y los reajustes que nos esperan. El realismo más sincero es hoy la mejor propaganda.
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