dilluns, 18 d’octubre del 2010

¿UN LIDER ES ALGUIEN NORMAL?


En un mundo ideal, los mandatarios deberían ser grandes seductores y alumbradores de ideas

Magí Camps | La Vanguardia 18/10/2010 |

Cuando en una fiesta suena Follow the leader, el personal salta a la pista en tromba y sigue los movimientos al ritmo de la música, entregado a la causa. La banda Korn supo impregnar esta pieza de la melodía y del ritmo necesarios para convertirla en una especie de hito cuando suena en cualquier festorro en medio de cincuenta canciones más. Eso es lo que hace un líder: guiar al grupo, suscitar adhesiones, cohesionar la diversidad de sus seguidores.

Una de las principales virtudes que se le atribuyen a un líder –"persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora"– es el carisma. Según la Academia, el carisma es la "especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar". Porque las sociedades necesitan referentes y están dispuestas a dar poder a aquellos que lo sepan gestionar debidamente, con autoridad y justicia, pero con ilusión; de ahí el carisma. En democracia, el preboste ya no hereda el poder, se lo tiene que ganar gestionando con maestría esos elementos.

(Por desgracia, en las sociedades corruptas, el mangoneo y los intereses ocultos mueven demasiados hilos y ponen y quitan a muchos dirigentes. Los puestos que deberían ocupar los adalides de una sociedad avanzada, cargos reservados sólo a personas modélicas, son ocupados por tahúres que han sabido jugar sus cartas marcadas.)

Pero volvamos al mundo ideal, donde los mandatarios deberían ser entusiastas, emprendedores, grandes seductores del pueblo, alumbradores de ideas radiantes que deslumbrasen al personal. Sólo así los ciudadanos se sentirían motivados para arrimar el hombro y engrandecer su país. El líder debería ser todo esto. Y a partir de esto se moldea el mito.

Por eso sorprende que las juventudes del PSC hagan bandera del adjetivo normal para publicitar al candidato José Montilla, vestido de superhéroe y con el lema "el increíble hombre normal". No quiere ser este artículo un sesudo análisis político, sino un sencillo análisis lingüístico: a la vista del diccionario, donde el adjetivo normal no aparece en la definición de ninguna de las palabras citadas (líder, preboste, dirigente, adalid, mandatario, carisma, referente, autoridad, justicia, ilusión, entusiasta, emprendedor, seductor...), haría bien el president Montilla, erigido ya en superlíder, en dar un buen rapapolvo a esos jovenzuelos impregnados de pop art y mandarlos a bailar la conga, el equivalente local del Follow the leader.